El “carbono azul” se refiere al carbono almacenado naturalmente en los ecosistemas marinos y costeros, como los manglares, las praderas marinas y las marismas. Estos ecosistemas son cruciales para la captura y almacenamiento de carbono, representando aproximadamente la mitad del carbono azul enterrado en el fondo del océano. La emisión de carbono a la atmósfera es un factor importante en el cambio climático, y los ecosistemas de carbono azul son altamente eficientes en su almacenamiento.
Por ejemplo, un bosque de manglares puede almacenar hasta 10 veces más carbono que una extensión similar de bosque terrestre. Además, estos ecosistemas actúan como barreras naturales contra las olas, inundaciones y tormentas, protegiendo a las comunidades costeras de los impactos del aumento del nivel del mar y de las tormentas intensificadas por el cambio climático.
Los bonos de carbono azul son iniciativas diseñadas para promover la conservación y restauración de estos sumideros naturales de carbono. Su objetivo es capturar el CO2 atmosférico o evitar la liberación del carbono ya almacenado en los suelos marinos. El proceso de captura de carbono en estos ecosistemas se lleva a cabo principalmente a través de la fotosíntesis, en la cual el dióxido de carbono se convierte en oxígeno y azúcares esenciales para el crecimiento de plantas y organismos marinos.
A medida que las plantas marinas, los manglares y los humedales crecen, depositan parte del carbono capturado en los suelos, donde puede permanecer durante miles o millones de años, convirtiéndose en carbono azul.
El fitoplancton también juega un papel en la captura de carbono. Aunque su proceso no es tan directo, el dióxido de carbono se convierte en materia orgánica que forma parte de la estructura del fitoplancton. Cuando estos organismos mueren o son consumidos, sus restos se depositan en el fondo marino y quedan almacenados bajo sedimentos durante largos períodos. Según el último informe del IPCC, los océanos han capturado más del 60% del dióxido de carbono emitido por la actividad humana en los últimos 150 años, gracias a estos procesos bioquímicos y la actividad de plantas marinas y fitoplancton.
Los ecosistemas de carbono azul, como los manglares y humedales, son mucho más eficientes que los terrestres en la captura de dióxido de carbono. Sin embargo, cualquier impacto negativo en estos ecosistemas puede liberar grandes cantidades de carbono, exacerbando el cambio climático.
A pesar de representar solo una fracción del mercado total de bonos de carbono, los bonos de carbono azul tienen un valor superior debido a sus múltiples beneficios ambientales, incluyendo la prevención de inundaciones, la reducción de impactos de tormentas, la conservación de la biodiversidad, la filtración de contaminantes y la creación de hábitats para la fauna marina.
La protección y restauración de los ecosistemas de carbono azul son esenciales para mitigar los efectos del cambio climático. Los proyectos de bonos de carbono azul no solo capturan grandes cantidades de dióxido de carbono, sino que también proporcionan beneficios ambientales significativos para las comunidades locales y los ecosistemas. Por ello, es crucial seguir apoyando y promoviendo estos proyectos para asegurar un futuro más sostenible y saludable para nuestro planeta.
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