En la búsqueda de comprender y abordar los desafíos del cambio climático, nos encontramos con dos términos omnipresentes: el CO2 y el CO2 equivalente (CO2 e). A simple vista, podrían parecer similares, pero su distinción es fundamental para comprender el impacto humano en el medio ambiente y cómo mitigarlo.
El dióxido de carbono (CO2) es un gas incoloro e inodoro que, en condiciones ambientales, está compuesto por un átomo de carbono y dos átomos de oxígeno unidos por enlaces covalentes. Se produce en una variedad de procesos naturales, como la fermentación, la respiración y la combustión. Además, desempeña un papel crucial en la regulación de tres sistemas estabilizadores del ciclo del carbono en la biósfera global.
El CO2 actúa como un regulador de la temperatura terrestre, al evitar la fuga total de la radiación solar que incide en la Tierra. También mantiene la homeostasis del oxígeno atmosférico (O2) mediante la fotosíntesis y la degradación de la materia orgánica. Además, interviene en la regulación del pH de los océanos al formar ácido carbónico (H2CO3), que se neutraliza con carbonato de calcio (CaCO3) presente en el medio.
Sin embargo, el aumento de CO2 en la atmósfera está desestabilizando estos sistemas y está relacionado con el calentamiento global. Los mecanismos estabilizadores del ciclo del carbono operan a una velocidad que no coincide con las escalas de tiempo humanas, lo que significa que los efectos del calentamiento global persistirán durante tiempos prolongados. Por lo tanto, es imperativo tomar medidas para abordar esta crisis.
Aunque es una molécula inerte, su activación requiere condiciones especiales, como altas temperaturas y presiones, o el uso de catalizadores que permiten su transformación en condiciones más suaves de reacción.
El CO2 es el principal contribuyente al calentamiento global y al cambio climático debido a su abundancia y persistencia en la atmósfera. Por otro lado, el CO2e nos permite comparar las emisiones de diferentes gases de efecto invernadero, como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), convirtiéndolos en una medida común expresada en términos de CO2.
Para comprender la magnitud del impacto humano en el cambio climático, es esencial considerar todas las fuentes de GEI, tanto naturales como antropogénicas. La concentración creciente de estos gases en la atmósfera está llevando a un aumento en la temperatura global y estas consecuencias son cada vez más evidentes, como inundaciones, sequías y eventos climáticos extremos, desfaces estacionarias.
La adopción del concepto de CO2 e permite a los científicos, políticos y líderes mundiales evaluar de manera más precisa el impacto total de las emisiones y tomar medidas efectivas para reducir su contribución al calentamiento global.
Para abordar eficazmente el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y sus impactos en el medio ambiente, es fundamental comprender cómo, dónde y en qué medida se producen estas emisiones.
Es por ello que una herramienta clave para este propósito es la huella de carbono, que calcula la cantidad total de GEI emitidos durante un período de tiempo determinado, ya sea a nivel individual o de organización. Esta huella se expresa comúnmente en toneladas de CO2 equivalente y abarca diversos gases como el metano, el óxido nitroso y el propio dióxido de carbono.
Para calcular las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), se requieren dos tipos de datos esenciales: los datos de actividad y los factores de emisión. Los datos de actividad comprenden todas las cantidades de materiales y energía utilizadas a lo largo del ciclo de vida de un producto o servicio. Mientras tanto, los factores de emisión actúan como el puente que transforma esas cantidades en emisiones de GEI, como por ejemplo la cantidad de CO2 emitida por cada kilovatio-hora (kWh) de energía utilizada.
En un mundo cada vez más interconectado y consciente de los desafíos ambientales puesto que este actúa como un lenguaje común que permite a individuos, comunidades y países entender y abordar colectivamente las consecuencias de nuestras decisiones y estilos de vida. Al evaluar las emisiones en términos de CO2 equivalente, podemos traducir la complejidad de múltiples gases de efecto invernadero en una medida comprensible y comparable, lo que facilita la comunicación y la colaboración en la lucha contra el cambio climático.
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Fuentes: http://ideam.gov.co/documents/21021/21138/Gases+de+Efecto+Invernadero+y+el+Cambio+Climatico.pdf
https://www.derco.cl/comunicaciones/co2-equivalente-y-su-significado
https://www.retorna.org/mm/file/huelladecarbono.pdf