Desde una perspectiva personal, la palabra Gobernanza era inexistente en mi diccionario. Al menos hasta que los pilares ASG (Ambiental, Social y Gobierno Corporativo) de sostenibilidad se asentaron como el medio para solucionar los problemas ambientales con raíces en las operaciones de las empresas. Por lo tanto, llegué a creer que la gobernanza era un tema que, por defecto, tenía implicaciones sociales, económicas y de medio ambiente.

La realidad es que la gobernanza, aunque tal vez no con ese nombre, siempre ha existido. La encontramos en todo proceso de toma y ejecución de decisiones dentro de cualquier organización. Lamentablemente, con o sin nombre, se tiene una limitada imagen de su alcance, dejándole todo el peso de responsabilidad a la alta dirección.
Considero que dejará de existir -si no es que ya desapareció- todo proceso de gobernanza que no incluya la doble materialidad (la consideración de impactos tanto económicos como ambientales de mayor significancia en las operaciones de las organizaciones). O probablemente, lo que está dejando de existir son las empresas que no están adoptando esta transición.
Mientras esperamos dicha evolución, vale la pena nombrar esta “nueva” forma de dirección como Gobernanza Ambiental. Es cierto que el nombre puede inferir la parte de la gobernanza que se encarga meramente de los aspectos ambientales. Aunque, de acuerdo con la hipótesis del párrafo anterior, no existe tal diferencia.
El medio ambiente nos exige su posición anfitriona de vuelta y se está colando en todos los rincones que puede. Tal y como debería haber sido desde un inicio, todo proceso de decisión, sin importar su índole, debería considerar todas y cada una de sus implicaciones sobre el medio ambiente.
Según la bibliografía, la gobernanza ambiental es, en pocas palabras, el cómo gestionamos nuestros recursos naturales y cómo tomamos decisiones que afectan al medio ambiente. Y aquí abro la discusión: ¿acaso existe otro tipo de gestión? ¿Alguna que no requiera de recursos y no afecte de ninguna forma al medio ambiente? Definitivamente no.
Si la gobernanza es como el timón de un barco, la gobernanza ambiental es la manera en que dirigimos nuestras acciones para cuidar el planeta. Precisamente, involucra a gobiernos, ONGs, empresas, comunidades locales y a todos nosotros como ciudadanos. La idea es que todos tengamos voz y que las decisiones sean transparentes, justas y efectivas.
Esta idea romantizada nos permite ver otro punto clave en la toma de decisiones; no le corresponde únicamente a la empresa, ni a la dirección, ni al propio CEO. Son decisiones que deben ser tomadas por todas las partes interesadas, y si me permiten ser aún más romántico… las partes interesadas del planeta Tierra, o sea, todos nosotros. ¿Y por qué no? Animales y plantas también.
¿En qué nos guiamos para tomar las decisiones? No hay que encontrar un fundamento interno. Precisamente es en la perspectiva global donde encontramos la fuente de inspiración y a la que podemos (o debemos) alinearnos.
Si has llegado hasta aquí, considero que está de más hablarte sobre todas las políticas y regulaciones aplicables o las tantas instituciones que pudiéramos tomar como guía o referencia. Prefiero dejarle el escenario principal a la participación y colaboración, que normalmente acompañan a los otros dos criterios en los textos sobre sostenibilidad y no se permite que su potencial florezca entre los lectores.
La consulta pública y la cooperación internacional facilitarían la rendición de cuentas, disminuyendo la falta de transparencia, tanto al momento de tomar las decisiones como al llevarlas a cabo, e incluso pensando en términos de mejora continua, al momento de ajustar y reformular las decisiones pasadas.
Como ejemplo, al investigar un poco, me topé con la Cogestión Adaptativa, o mejor conocida en inglés como Adaptive Co-Management. Proviene de la fusión entre la gestión adaptativa y la gestión colectiva. Aunque sus fundamentos ya tienen algo más de 10 años, probablemente no había encontrado su camino hasta ahora, pues ya existen casos de aplicación de este modelo dentro de la gestión ambiental de sociedades e instituciones.
Sus fundamentos se basan en tener un entorno propicio, como el que ofrecen los acuerdos institucionales (como regulaciones y políticas internacionales); el aprendizaje, basado en la experimentación a partir de situaciones reales; la colaboración entre partes interesadas que comparten un mismo recurso (más claro no se puede), así como derechos y responsabilidades en múltiples niveles y escalas; y finalmente, se manifiesta en un proceso iterativo cíclico.
Ahí lo tienes, si el objetivo es trascender los riesgos del entorno laboral actual, el camino no solo es alinearse con ciertos principios, sino adoptar el modelo global y no esperar a que los altos ejecutivos tomen las decisiones y al momento de que no funcionen, reclamar por nuevas y mejores decisiones que involucren a todos.
Fuentes:
Fabricius, C., & Currie, B. (2015). Adaptive Co-Management. Adaptive Management of Social-Ecological Systems, 147–179.
Valverde Garnica, Á. (2016). La gobernanza ambiental como enfoque para la cogestión adaptativa. Revista Integra Educativa, 9(1), 159-168.